Hace unos meses, un amigo cubano al que no había
tenido la ocasión de ver desde hacía mucho tiempo, vino a visitarme desde
Madrid y como evidencia de su afecto tuvo la delicadeza de regalarme una tetera
japonesa de hierro colado. Su apariencia era tan imponente que más que una
vasija para la preparación del té me recordó de pronto a una fortaleza o al
casco de una armadura medieval. El hecho de que proviniera de Japón y la
solidez de su factura despertaron mi curiosidad hasta el punto de que no pude
resistirme al impulso de buscar inmediatamente su procedencia, y en la etiqueta
que colgaba de su asa leí para mi sorpresa: Nambu Cast Ironware Morioka
Japan Iwachu.
La palabra Nambu (南部) me resultaba muy conocida por dos razones, ambas estrechamente relacionadas con la historia de los samuráis.
Mutsu-no-Kuni |
Ahora bien, sobre el origen de la tetera de Iwachū (岩鋳) dice la tradición que en el año segundo de Manji (1659), Nambu
Shiguenao (1606-1664), señor del dominio de Morioka, tomó a su servicio al
maestro fundidor Suzuki Nuito, proveniente de Kōshū y a Koizumi Nizaemon
Kiyoyuki, maestro calderero de Kioto, y promovió la producción de calderos para
calentar el agua que se emplearía en la ceremonia del té, los cuales se
hicieron famosos con el nombre de Nambugama (南部釜) y empezaron
a ser utilizados en los intercambios de regalos tanto con el gobierno central
de bakufu como con los otros dominios de Japón. Años más tarde, durante la
época Hōreki (1751-1764), a instancias del señor Nambu Toshikatsu (1724-1780), el
maestro Koizumi Nizaemon Kiyotaka disminuyó las proporciones del Nambugama
y le agregó un pico y un asa para crear la tetera de hierro conocida como Nambutetsubin
(南部鉄瓶), la cual desde ese mismo momento empezó a
participar con igual éxito en las interacciones humanas de diverso tipo: desde
las conversaciones y ceremonias celebradas en torno a tazas de té hasta los
intercambios de regalos y de mercancías.
Mucho ha cambiado el mundo desde la época en que la tetera nambu
tetsubin era producida en un taller artesanal de Morioka y circulaba sólo
dentro de las fronteras de Japón. En la actualidad, las redes de circulación,
comunicación, distribución e intercambio se han extendido y diversificado tanto,
que hoy menos que nunca antes podemos afirmar que los momentos de inicio y fin
del ciclo productivo, incluso de un objeto cultural tan singular como la tetera
de Nambu, coincidan con los del proceso que transcurre apenas dentro de los
muros de un taller. Empieza desde mucho antes y continúa aún mucho después, y
en su producción participa un número cada vez más grande de personas de las más
diversas nacionalidades del mundo.
Pero ¿acaso no puede decirse lo mismo con respecto a la “producción”
de cada ser humano? En mi caso, puedo afirmar que a mi formación como persona
contribuyó en gran medida un japonés proveniente de Nambu como la tetera
de Iwachū, nacido como Nitobe en la ciudad de Morioka.
* * *
Matsuo Takeya (松尾威哉) empezó a
enseñar idioma japonés en la Universidad de la Habana en septiembre de 1990,
coincidiendo con el inicio mismo de una época de profunda crisis económica y
social surgida en estrecha relación con la desaparición de la URSS y del campo
socialista. Con la notable disminución del transporte público, la frecuente
ocurrencia de apagones y la carencia de productos alimenticios, la vida
cotidiana de los cubanos se hizo muchísimo más difícil; pero como enseña la
sabiduría implícita en la palabra japonesa kiki (危機), en toda
crisis, además de peligros hay siempre un entramado de nuevas posibilidades, y
lo cierto es que la relativa intensificación de las relaciones entre Cuba y
Japón fue uno de los hechos positivos que trajo consigo el llamado “período
especial”.
Es importante resaltar que a esta intensificación contribuyó no poco
la labor personal del Sr. Kawade Ryō (川出亮) (n. 1927)
entonces embajador de Japón en la isla, quien fue sensible a la solicitud del
gobierno cubano de asesoramiento japonés en diversas esferas de la producción
material y la educación, y gestionó con la asociación Japan Silver
Volunteers (fundada en 1977) el envío a Cuba de un grupo de especialistas
de variado perfil. Fue precisamente durante esta etapa que, en 1989, según el
proyecto del artista Araki Yoshikuni (荒木芳邦) (1921-1997)
se contruyó dentro del Jardín Botánico Nacional un jardín japonés, y que el
profesor Matsuo Takeya empezó su curso intensivo del idioma en la Universidad
de La Habana.
Jardín japonés de La Habana |
No es que la lengua japonesa no se hubiera enseñado
nunca antes en la isla, porque por lo visto al menos desde los años setenta
existían ya aulas en las que se formaban traductores y personas interesadas en su
aprendizaje, pero el profesor Matsuo traía un estilo muy propio y le confirió a
sus cursos una dinámica única, muy a tono con su rica experiencia y su singular
personalidad. Tenía una energía inagotable, una cualidad que en la cultura
japonesa se asocia a la paciencia – ki ga nagai (気が長い) suele
decirse en japonés -, un carácter firme, pero al propio tiempo afable, en el
que la severidad disciplinaria se combinaba con un magnífico sentido del humor,
y un enorme interés en comunicarse, en conocer a otras personas y otros pueblos,
cualidades que hacían de él una persona de fácil trato.
Matsuo Takeya en su primera casa en La Habana |
Biblioteca Central, UH. |
Ahora bien, debo aclarar que durante nuestros años
de aprendizaje con Matsuo ni nuestro estudio del japonés se limitó al aula universitaria,
ni nuestra formación a una forma de simple instrucción. Como decía el poeta
cubano, de padre valenciano y madre canaria, José Martí (1853-1895), “la
educación empieza con la vida y no acaba sino con la muerte”, y es que con
Matsuo uno no aprendía únicamente un idioma, sino que asimilaba valores,
y esto se hacía posible no sólo gracias a la poderosa influencia de su conducta
ejemplar, sino también al hecho de que utilizaba constante y magistralmente el
único recurso mediante el cual los valores pueden ser transmitidos: el diálogo
con el estudiante, y hay que reconocer que su desempeño en este sentido era tan
eficiente que a pesar de que él sabía poco de español y nosotros nada de
japonés no demoramos mucho en llegar a comunicarnos perfectamente.
Visión de La Habana de Etsuko Matsuo |
Antes de regresar definitivamente a su país, el
profesor Matsuo hizo todo tipo de gestiones para dejar inaugurado el Centro de
Cultura Japonesa en la sede del Centro de Estudios de Asia, África y Oceanía
(CEAO) de Cuba, organizó grupos de enseñanza del japonés en la Universidad de
La Habana y en el ISA, y se ocupó personalmente de que todos sus discípulos
pudiéramos estudiar en Japón. Nunca olvido la noche de agosto de 1993 en la
que, después de muchas horas de vuelo, llegué por fin al Dayamondo Hoteru
de Tokio, en el inicio de una estancia de estudios de catorce meses,
patrocinada por la Fundación Japón. Tan pronto entré con mi equipaje en la
habitación, abrumado, me senté a reflexionar: tenía en el bolsillo apenas
veinte dólares que meses atrás el propio Matsuo me había dado antes de regresar
definitivamente a Yokohama, el corazón lleno de incertidumbre del principiante
que llega para una estancia prolongada a un país con una cultura y un sistema
social totalmente diferentes de aquellos en los que se había criado, y la mente
repleta de preguntas acerca del reto que enfrentaba. No pasaron cinco minutos,
cuando de pronto sonó el teléfono y al levantar el auricular fue como si todas las
brumas del comienzo se despejaran de un golpe: “Pita, bienvenido a Japón. Por
favor, vaya al restorán del hotel y coma bien. Mañana a las 8:30 a.m. le espero
en el lobby del Dayamondo Hoteru…”
* * *
Por lo visto, aquello que vuelve único a un
individuo es precisamente lo que debe a su interacción con los demás y acaso su
irrepetible singularidad sea directamente proporcional a la amplitud y
diversidad de sus relaciones, las cuales con el auxilio de la imaginación pueden
extenderse incluso más allá de la realidad y del presente, merced a las obras
artísticas y los tratados de historia. Es por eso que, por un lado, uno no
puede dejar de experimentar cierto sentimiento de inexactitud cuando utiliza la
palabra “yo” para contar “sus” experiencias, y por otro, nunca pierde el
interés de conocer, con curiosidad tanto más profunda cuánto más singular
resulta la persona, quiénes y qué circunstancias influyeron en ella, cuál fue
el camino de su formación.
Justo ese fue el sentimiento que despertó en
nosotros, sus alumnos, el profesor Matsuo, quien todavía hoy con 84 años de
edad sigue siendo para nosotros tan insustituible que siempre tratamos de
mantenernos en contacto con él, cualquiera que sea el lugar del mundo en que
nos encontremos.
Sakanoue-no-Tamuramaro |
Sólo años después supe que ese ancestro, cuyo título
o kabane (姓) era Matsuo (松尾), había sido
uno de los generales al servicio del legendario Sakanoue-no-Tamuramaro (758-811),
quien desde su juventud había participado en las guerras contra los ezos
(蝦夷) en el norteño dominio de Mutsu (陸奥) y en 797 había llegado a obtener el título de Seiitaishōgun (征夷大将軍), es decir, de generalísimo vencedor de los ezos o "bárbaros
del norte".
El profesor Matsuo recuerda que todavía en su niñez
en su casa de Morioka se conservaban antiguas armas, tanto sables, como lanzas.
Sin embargo, durante la época Edo (1603-1867) sus antecesores no habían sido bushis
(武士), sino gōshis (郷士), en otras
palabras, formaban parte de un estrato social “mixto”, compuesto por campesinos
que recibían tratamiento de bushis y, en consecuencia, estaban
autorizados a portar armas, teniendo la obligación de labrar la tierra en
tiempo de paz, pero también de pelear en tiempo de guerra.
En la Escuela Secundaria de Morioka |
Aunque hacia 1928, el año de su nacimiento, la
situación específica de su provincia se había transformado considerablemente,
no resultaba fácil romper la fuerte inercia del período precedente, lo cual explica
acaso la orientación primera que su camino vital tuvo que asumir siguiendo las
tendencias del contexto: “Después de la Restauración de Meiji, la gente del
centro solía decir despectivamente de los habitantes de Nambu que veinte o
treinta de ellos no valía más que lo que valen hoy unos diez yenes (南部人は一山百文). Considerados prácticamente como rebeldes enemigos de la corte (賊軍), si bien el señor del dominio era una excepción, el común de sus
miembros tenía, por lo visto, que seguir llevando su miserable vida sin otro
orgullo que el de ser bushis. No hay dudas de que en medio de esa
situación la única esperanza era hacerse militar (軍人)” (Matsuo
2005, 28).
En la Academia militar juvenil |
Y pese a todo, ni siquiera en medio de las
circunstancias extremas del Japón de entonces, que como un proyectil imparable penetraba en lo más hondo de la noche de la guerra, pudo la intensidad y la uniformadora influencia
de la propaganda fascista inundar hasta el mínimo resquicio el alma de las
personas, ahogar en su último refugio a la individualidad. Esta suele ser tan
fuerte como el impulso vital y hacerse consciente de su vocación así sea en los
rudos términos de un lenguaje que le resulta totalmente ajeno. En el caso de
Matsuo esto ocurrió precisamente cuando era un cadete adolescente, en medio de
la solemnidad y la pompa de una revista militar de año nuevo: “Ese día todos los
alumnos nos levantamos bien temprano, tomamos un baño en el suifuro, nos
pusimos un fundoshi nuevo y asistimos al desfile. El tennō
montaba un inmaculado corcel blanco y cuando el director de la academia dio la
voz de mando de ‘kashira, migui’ (¡vista derecha!), levantó su mano
enguantada de blanco para responder al saludo militar. En esa posición pasó
frente a nosotros hasta llegar a la formación de cadetes contigua. Cuando el
emperador se presentó ante nosotros, mi corazón gritó: ‘¡Ah! ¡Es un Dios
viviente!’. Pero seguidamente, guardando la debida distancia, continuó el
desfile de los agregados militares de las embajadas de los países extranjeros, quienes
iban montados en sus caballos. Eran como treinta y tantos, y marchaban unos
tras otros vestidos en sus uniformes de gala rojos, azules y blancos. En sus
pechos brillaban las condecoraciones y lucían con esplendor anchas bandas
ceremoniales atravesadas del hombro a la cadera. Además, pasaban ante nosotros conversando
amigablemente entre sí. La imagen de sus figuras ecuestres penetró en mis ojos
como un símbolo de los diversos países extranjeros, y en ese momento exclamé en
mi corazón: ‘¡seré agregado militar de embajada!’. Esto era absolutamente
incompatible con el espíritu de morir en el campo de batalla gritando ‘¡tennō
heika banzai!’, pero en ese momento no me percaté para nada de semejante
contradicción” (Ibidem, 36-37).
Después de culminada la guerra, a través de un
camino sinuoso que lo llevó de agricultor a ascensorista en un hospedaje de
oficiales norteamericanos, de profesor de inglés de una escuela secundaria a trabajador
de una empresa, y más tarde, de fundador jefe de la comercializadora de productos químicos
Keihin Sangyō Kabushikigaisha (京浜産業株式会社) a especialista
miembro de la Japan Silver Volunteers, el profesor Matsuo Takeya mantuvo
siempre vivo su interés por el conocimiento de otros pueblos, además del
inglés, estudió largos años la lengua y la literatura francesas, y al paso del
tiempo llegó a visitar sesenta y siete países como viajero o cooperante
internacional, aunque todavía hoy sigue abrigando la esperanza de poder conocer
muchos otros. Ha publicado varios libros que recogen sus experiencias y son los
frutos de una vocación literaria que descubrió tempranamente, en las aulas de la
vieja escuela primaria de Morioka.
El profesor Matsuo Takeya |
Gustavo Pita Céspedes
InterAsia
Bibliografía:
Matsuo, Takeya [松尾威哉] (2005) El curso del Mekong. Tristezas y alegrías de un cooperante
internacional (『メコンの流れ。国際ボランティア泣き笑い』). Tokio: Chūō Kōron Jigyō Shuppan (中央公論事業出版).
Matsuo, Takeya [松尾威哉] (1994) Luces
y sombras de Cuba: crónica de los tres años de estancia de un profesor de
japonés cooperante. (『キューバの光と影:ボランティア日本語教師三年の記録』). Tokio: Chūō Kōron Jigyō Shuppan (中央公論事業出版).
Matsuo, Takeya [松尾威哉] (1989) La
madre Rus: notas de un viaje a través de la Rusia soviética. (『母なるルーシ:ロシア・ソビエト横断記』). Tokio: Chūō Kōron Jigyō Shuppan (中央公論事業出版).
Непередаваемые эмоции - огромное спасибо!
ResponEliminaДля меня было большим счастьем быть знакомой с Мастером!
Я очень рад, что моя статья оказалась интересной для Вас. Спасибо Вам за комментарий. Густаво
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